Hace unos años le preguntaron al filósofo alemán Peter Sloterdijk qué obras recomendaría. Respondió, “en primer lugar, El nacimiento de la tragedia, de Nietzsche. Y en segundo lugar, Mi filosofía de A a la B y de B a la A de Andy Warhol”. La sugerencia viene de alguien que ha entendido las condiciones de la vida actual desde sus cimientos. Warhol, al menos para mí, es lectura obligatoria para comprender los anhelos, la frivolidad, el arte y el delirio de las sociedades organizadas por el mercado.
¿Cuál es la importancia de este libro? Se me ocurre que constituye una radiografía de alta precisión sobre las pulsiones que llevan a consumir y a apreciar determinadas apariencias. Son fieles relatos de una época alocada y de un tipo raro que capitalizó como ninguno “su aburrida palidez y el glamur que arranca de la desesperación”.
Warhol explicó en sus libros asuntos tan comunes como prohibidos y lo hizo con humor. Sobre la amistad escribe: “Comprar amigos es estupendo. No creo que haya nada malo en tener un montón de dinero y atraer con él a la gente. ¡A todo el mundo! ¿Te parece poco?”. Mi filosofía del A a B y del B a A es un breve y excepcional libro pero no es su único de Warhol. Están también sus Diarios. Ambos se los dictó a Pat Hachet, su ayudante. Los dos fueron producto de un trabajo minucioso. Warhol se describe y se muestra a los demás sin maquillajes. Las obsesiones reiteradas son el dinero, la belleza, la fama, la economía, el sexo, la muerte y el poder. Entra en estos tópicos sin amilanarse. Su prosa posee una simplicidad calculada, una inocencia perversa y un deseo insaciable por lo radical. Sus géneros preferidos son los aforismos, la réplica de los diálogos con sus cómplices, o las confesiones singulares. Por ejemplo, apropósito de su manía por el trabajo, en Mi filosofía… se lee: “Un amigo metió realmente el dedo en la llaga cuando dijo: los frígidos lo consiguen. Los frígidos no tienen los problemas emocionales corrientes que perturban a tanta gente y que no le permiten conseguirlo”.
Warhol tiene una concepción del pudor muy personal, pues exhibe situaciones íntimas que revelan las esperanzas y los derrumbes de su agitada vida sentimental. A la vez hace un descarnado registro de su cotidianidad y lo que ve de sus eclécticos amigos. Incluye episodios con celebridades, y párrafos donde se observa con nitidez la luz y el crepúsculo de una sociedad encandilada por las superficies.”Todo el mundo tiene una idea distinta del amor. Una chica que conozco, dijo: ´Supe que me amaba porque no acababa en mi boca´”, señala.
La filosofía que Warhol patentó en sus obras está centrada en cómo transformar los objetos de consumo en arte, y más propiamente en un arte comercial. Sus serigrafías de sopas Campbell o sus retratos de personajes famosos como Marilyn Monroe, Liz Taylor, Mao Tse Tung o Mick Jagger, son pruebas de como exploró lo más popular con su frío talento para revelar lo clandestino. Al macizo material visual que lo consagró como genio, se suman sus libros y las conversaciones que concedió a distintas publicaciones y canales de televisión, las que ahora han sido recogidas en un volumen. En ellas se ve el manejo y la ironía de Warhol desplegada a tope, transformando a las entrevistas en piezas única: a los expertos y a los periodistas solía contestarles con dos o tres palabras descolocadoras; en cambio, se confiesa con una joven inexperta y desconocida.
Warhol dejó por escrito sus fobias, neurosis, apreciaciones sobre el arte, sus bajezas y deseos. Lo hizo porque no le bastaba con ser un artista muy importante, es posible que su afán haya excedido todas las manifestaciones. Creó un grupo musical, The Velvet Underground; una revista, Interview; y firmó sendos volúmenes respetables por las observaciones que circulan en ellos, las agudezas y las escenas descritas con la precisión de un cirujano. La otra conjetura que se me ocurre para explicar estos insólitos textos, sin duda es harto más peregrina. Quizá Warhol como hombre religioso que era, de misa diaria al final de sus días, creía en las palabras como un acompañamiento de sus trabajos prácticos, como una prolongación de sí mismo donde podrían volver a encontrarlo sus seguidores. Es evidente que Warhol conocía y manejaba el peso de lo que pronunciaba. De ahí su pasión por el mutismo y los monosílabos, o por contar hasta el más mínimo detalle dependiendo de sus interlocutores. Sus libros son principales dentro su obra, en calidad de testimonio subversivo y de expediente mordaz de un periodo que aún late entre nosotros.
El fotógrafo Richard Avedon hizo un díptico de Warhol, en el que se muestra en una sección su cara desvaía y llena de surcos, y en la otra su torso desnudo y marcado por cicatrices feroces, que provenían del atentado que sufrió. Warhol está vestido de negro para acentuar su palidez y su cuerpo. Es evidente en estas fotos que la supervivencia de Warhol se debe a que logró que su arte y su figura cambiar la mirada Occidental hacia la cultura popular. En el mismo sentido fue un escritor que hizo de las ocurrencias, del cotilleo amarillista y la confesión asuntos turbadores. Acuñó frases precisas y brutales para describir el temperamento de su época, aquello que el historiador Johan Huizinga llama “el tono de la vida”. Lo hizo con una sensibilidad e inteligencia transparentes, fáciles de reconocer y disfrutar.