Jane Bowles fue una escritora excepcional en un amplio sentido: su obra se limita a la novela Dos damas muy serias, al conjunto de cuentos que se publicó con el título de Placeres sencillos y la obra de teatro En la casa de verano.En su vida siguió con dedicación los pasos que convierten a las personas con talento en un mito malogrado. Se casó con el compositor y narrador Paul Bowles en 1937, quien la opacó hasta hacerla sufrir tormentos; padeció una adicción al alcohol evidente, y sus costumbres disolutas y excéntricas para los cánones de cualquier época, forjaron su personalidad temeraria y atractiva. Murió en Málaga a los 56 años de edad, sola, pese a los elogios que había recibido en vida como escritora.
Truman Capote, quien prologó sus obras y la conoció en Tánger, uno de los lugares donde vivió más intensamente Janes Bowles, señaló que tenía la cabeza como una dalia, con el pelo corto y rizado, una nariz respingada, ojos de brillo malicioso y alocado, una voz de áspero soprano, ropas de muchacho, figura de colegiala y una leve cojera. Nunca ocultó su condición bisexual. Tuvo innumerables amantes sin jamás detenerse en ninguno. Y fue una protagonista indiscutida de la escena de los años sesenta que gozaba de los impúdicos placeres que sólo Tánger sabe otorgar. Compartió estrechamente junto a su marido, Tennessee Williams, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gore Vidal y Djuna Barnes los cafés de los barrios del kasba, donde abunda el kifi, el vino y las rosas.
Aunque su vida agitada y difícil la han convertido en un ícono feminista luego de su resurrección del olvido, no es su condición de rara lo que hace de Bowles una escritora de ejemplar. Lo que la distingue es capacidad para narrar historias de mujeres que adoptan decisiones radicales y que asumen los costos de éstas. Su estilo también le dio una merecida fama y la hace una prosista eximia. Es tan elegante y económica que se disfruta frase a frase. Escribe con claridad sobre la oscuridad interior, presenta lo complejo sin enredarlo y no hace juicios ante la ambigüedad, las caídas y los placeres a los que se entregan las mujeres que se redimen a través de la liberación de sus instintos. Las atmósferas libertinas que describe en Dos damas muy serias son tremendamente verosímiles, pese a la extravagancia que inunda por momentos las conductas de sus personajes. Se trata de una novela sobre las existencias de dos mujeres que abandonan sus destinos convencionales para arrojarse a la aventura y a los dictámenes de sus pulsiones y fobias. Son dos mujeres acomodadas y de salón: la solterona señorita Goering, fea y mística, que termina vendiendo sus posesiones para entregarse a un concepto de la salvación que la lleva al desvarío; y la señora Cooperfield, con un matrimonio próspero y solemne, parte con su marido a Panamá, pero lo abandona para seguir a su amante, una maciza adolescente que la destroza.
Como es evidente, los temas de Jane Bowles, tanto en su novela como en sus relatos, son el precio de la independencia femenina con la destrucción que esta acarrea y los deseos ocultos que solo pueden aparecer cuando olvidamos la represión. En “Camp Cataract”, el más significativo de sus cuentos, cuenta la vida de una solterona que prefiere refugiarse en la locura antes de seguir sus días en la opresiva cotidianeidad que le imponen sus hermanas con las que reside. Termina conquistando su libertad escondida en un campamento de verano junto a una camarera obesa de sueños pueriles.
Disfruto leyendo a Jane Bowles. Sus libros desaparecidos hasta hace poco han vuelto a circular. En ella están dosificadas las mayores virtudes que se pueden esperar de una autor: emoción, verosimilitud, humor, un mundo original y, a la vez, empático.