La orilla café de la taza no sale con agua caliente.
El borde tiene grabado mis labios, lo que te molesta.
No sé si será posible sacar la mancha con recriminaciones.
Lo cierto, es que gotea bajo el colchón toda la noche.
Las frazadas y el cansancio tienen olor a sospecha.
No avanzamos, pese a las quejas y reconciliaciones.
Pero tampoco queremos dar un paso más.
Te duelen las rodillas y a mí los codos.
A ambos nos cuesta dormir con las mandíbulas férreas.
Me dices que escuchas como uno niño va llorando al baño.
-Yo voy, tú quédate durmiendo, que mañana tienes que salir temprano.
Te veo apagar la luz con el niño en los brazos.
Miro -entre las sombras- mi ropa colgada.
Escucho mi aliento seco, cortado, y las piernas rendidas.
Quedan pocas horas de sueño y resignación.
Mañana, seguro, ni me sentirás cuando me vaya.