La fortaleza humana es escasa
y vanos los cuidados que dilapidamos,
pues ni siquiera los hijos de los dioses
llevaron una vida tranquila y reservada
hasta llegar a viejos.
Nuestra vida es frágil y fugaz,
y añade trabajo al trabajo.
Todo va a la horrible Caribdis:
sea el arrojo como la riqueza.
Nadie llega a valer nada.
Ni ciudad ni mortal.
Ni lo sucedido ni lo soñado
pueden darse por hechos.
La muerte alcanza, incluso, al que evita el combate.